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Una noche de verano estrellada y calurosa en un piso algo lejano con una mirada orgullosa
me presentó a su compañera. Resultó ser una perrita, de todas la más bonita. ¡Ay!, ¡Si yo la tuviera...!
¿Cómo pude yo quererla siendo tan solo un animal?. ¿Seré yo un sentimental? ¡Qué bonito conocerla!
Solo sé que era preciosa y también una glotona ¡Qué perrita más graciosa; comiendo, la Campeona!.
Aquella perrita coqueta con inteligencia y maestría, se ganaba una galleta con gracia y sabiduría.
De viaje una odisea todo por subirla al coche, aunque viera la correa siempre tenía un reproche.
Más para salir de paseo bajaba los peldaños ligera, ya que era su gran deseo después de tan larga espera
Con paso alegre caminaba cual campechana diva casi todo lo husmeaba casi todo ella olía.
Por el campo y paseando siempre seguía la pista |
y veloz salía esprintando si pasaba algún ciclista.
Gallarda como ninguna no paraba de acariciarla, porque sabía que a la larga no encontraría excusa alguna
en no abrirle mi morada para que pudiera corretear, y tenerla junto a la almohada donde ella deseaba estar.
¡Qué alegrías que me dio en tan breve periodo de tiempo!, estar con ella fue un portento; ningún cariño me negó.
Nunca le podré agradecer todo lo que me dio ella sola. ¡Lo que pueden llegar a querer cuatro patas y una cola!.
Compartimos alimentos alegrías e intimidades, y sin ningún miramiento hasta el champú de animales
Con estos versos quisiera hacerle yo un monumento. Que nunca sola estuviera ni tan solo por un momento
¡Cuánto anhelo y nunca olvido, sus besos y sus abrazos! y aunque fueran algo escasos también algún que otro ladrido.
El presente se escapó, solo el recuerdo me llama de la perrita manresana que La Noche se la llevó. |
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